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Santa Teresa de Jesús ante los tiempos recios

Por Fray Luis Arciniegas, ocd.

"En tiempos recios, amigos fuertes de Dios, son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos”. (Libro de la Vida 15,5)


El ser humano debe vivir en este mundo y amarlo, ya que es una obra de Dios. Sin embargo, también debe tener la capacidad de reflexionar internamente. Creo que en la época actual en la que vivimos, es fundamental que nos adentremos en nuestro propio ser para cultivar una amistad sólida con el Amor, ya que esto es lo único que nos puede salvar de las dificultades que enfrentamos, como la tristeza, la soledad, la falta de sentido, el sufrimiento, el dolor y el miedo, entre otras cosas que nos atormentan.

Me gustaría compartir una pequeña historia que me llama mucho la atención: había un mendigo que había perdido ambos brazos y piernas, y se sentaba en un lugar para pedir caridad. En cierta ocasión, pasó una procesión de la Virgen del Carmen, y cuando la imagen pasó cerca de él, el mendigo levantó la mirada hacia ella con una alegría inmensa y pronunció esta oración:


"Madrecita linda, dile a tu hijo Jesucristo que le pida al Padre que no me quite lo único que me queda: la alegría de vivir."


Este personaje, que sin duda enfrentaba una situación mucho más difícil que la nuestra, siendo un mendigo con muchas necesidades y sin sus extremidades, vivía con alegría. Esta es la alegría que proviene de Dios, la alegría de la fe, la alegría de confesar que Jesucristo murió, pero sobre todo resucitó, venciendo el pecado y la muerte.

La invitación en estos tiempos difíciles es ser más agradecidos con Dios y la vida, valorando y haciendo un balance positivo de las muchas bendiciones que tenemos. Debemos dejar de lamentarnos y quejarnos por lo que nos falta. Este mendigo, que carecía de brazos y piernas, agradecía a Dios y le pedía que no le quitara su alegría.

Que esta alegría que Dios nos brinda nunca nos abandone, sin importar dónde nos encontremos. Es la alegría que nos guía a vivir en cercanía con Dios, con un corazón puro y una conciencia recta. Sabemos que Dios es la fuente y la causa de nuestra alegría. No permitamos que nada nos robe esa alegría, que nada nos quite el gozo y el júbilo que Dios infunde en nuestros corazones en estos momentos desafiantes.



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