#promovemoslaEspiritualidad #carmelitasdescalzos
Fr. César Carrillo de San José
Yendo a los Evangelios, en primer lugar, Marcos, en referencia a María, evidencia una nueva manera de relacionarse al escuchar la voz de Dios, pues plantea una filiación gestada desde el seguimiento y el discipulado y no desde la familiaridad sanguínea, pues María es dichosa, no por ser la Madre de Jesús, sino porque es capaz de hacerse su discípula al escuchar la Palabra, acogerla en su corazón y así hacer la voluntad de Dios (Mc 3, 31 - 35). Por otro lado, en Mateo podemos ver la sencillez de María en quien se cumple la profecía del nacimiento del Mesías (Is 7, 14) y se posibilita la llegada del Salvador al mundo, Salvador engendrado en carne humana por medio de la acción del Espíritu. Siguiendo con la traición lucana, en su relato de la Anunciación (Lc 1, 26 – 38) Lucas nos deja ver en María a la valiente doncella que acoge entrañablemente la revelación de Dios. Vislumbramos en ella a una mujer que pregunta y reflexiona a la vez que cree en el plan salvífico del Padre. Finalmente, el cuarto evangelio no menciona nunca el nombre de María, no obstante, Juan se refiere a ella como “la Madre de Jesús” y la muestra presente desde el inicio hasta el final de su vida; es ella quien permite al Verbo poner “su morada entre nosotros”2 y lo lanza al inicio de su ministerio público en Caná de Galilea.
Consecuentemente, todos estos rasgos rastreables a lo largo del Nuevo Testamento y especialmente en los evangelios, aunque pocos pero significativos y de una gran hondura teológica, nos permiten descubrir en María una fuente inagotable de vida espiritual. Muchas pueden ser las aristas al acercarnos al significado de “espiritualidad”, pero, más allá de pretender definirla, es necesario entender que esta se identifica y se traduce, primordialmente, en permitir la acción plena del Espíritu de Dios en el ser humano. Al mismo tiempo es tarea del hombre asentir ser moldeado y guiado por el Espíritu, pues, aunque parezca evidente y redundante, es imperioso aclarar que no es posible ser espiritual si no es bajo la acción del Espíritu, al mismo tiempo que tampoco lo es su acción en el ser humano si este último no lo permite. La gracia de Dios no obliga ni trasgrede la voluntad humana, solo se hace fecunda en María cuando se encuentran pródigamente la voluntad salvadora de Dios y el “sí” humilde y confiado de nuestra Madre del cielo. El lugar privilegiado del encuentro fecundo entre Dios y el ser humano es siempre un corazón abierto a su gracia.
En María se nos descubre una espiritualidad que hace su “tienda” en medio de la cotidianidad de una mujer que enfrenta las luchas y fatigas propias de cualquier otro ser humano y que aprende a caminar en pos de Dios emprendiendo un seguimiento despojado de privilegios. En ella encontramos a una mujer de fe que entra en diálogo con Dios y lo cuestiona, no para ponerle obstáculos a su voluntad, sino para pedirle en medio de su situación personal la explicación de cómo será lo que Él piensa realizar en ella y cómo ella será partede su plan salvífico. Cuántafalta nos hace hoy en día preguntarle a Dios en medio de nuestras situaciones particulares, de qué manera cuenta con nosotros. Dios ha decidido trascender sobre el ser de María y ella, sin ser obligada, da su consentimiento. En María encontramos la primera creyente de la Palabra, y a quien encarnó y comunicó la gracia recibida de Dios comprometiéndose con su proyecto liberador.
María es fuente de vida espiritual porque ella, disponible siempre al actuar del Espíritu, manifiesta su acogida y entrega sin límites al Señor con actos concretos y cotidianos. Para el carmelita fraile, monja o seglar, la Virgen María no es sencillamente una figura más añadida a un gran mosaico de santos; sino que es su madre, su hermana y su compañía en el camino. Nos corresponde como carmelitas, acoger a María como modelo de seguimiento discipular de Jesucristo, como compañera de camino “apoyándonos en el común destino, la imitación y el patrocinio de la santísima Virgen, cuya forma de vivir constituye para nosotros un modelo de configuración con Cristo”3. En este orden de ideas, el configurarnos con Cristo es en definitiva el sentido y fundamento del caminar con María, pues toda devoción mariana debe llevar a Jesús, por tanto, si no es así, tal devoción sería estéril y no tendría sentido. Ya desde 1974 el Papa Pablo VI había dicho: “Ante todo, la Virgen María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitación de los fieles no precisamente por el tipo de vida que ella llevó y, tanto menos, por el ambiente socio-cultural en que se desarrolló, hoy día superado casi en todas partes, sino porque en sus condiciones concretas de vida Ella se adhirió́ total y responsablemente a la voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38); porque acogió́ la palabra y la puso en practica; porque su acción estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio: porque, es decir, fue la primera y la más perfecta discípula de Cristo: lo cual tiene valor universal y permanente.”4.
Bajo este panorama, beber de la espiritualidad mariana como fuente implica para todos lo creyentes el reto de agudizar la capacidad de escucha de la voz de Dios en nuestro ser y en nuestra historia para poder así hacer su voluntad; nos pide reconocer el paso de Dios en nuestra vida asumiendo los propios límites y permitiendo que Él resignifique nuestra fragilidad expresándose salvíficamente a través de ella; requiere de nosotros crecer en humildad, entendida como capacidad de apertura confiada a Dios, acogiendo en las entrañas al Verbo revelado para que así pueda hacerse carne en nuestra carne. En consecuencia, la bitácora propuesta a todo creyente no es fácil; hoy María nos invita a ser dóciles a la acción del Espíritu en medio de un mundo plagado de autosuficiencia, a optar por ser humildes a pesar de múltiples ofertas soberbia y reconocimiento y, finalmente, a buscar a Dios en medio de una cotidianidad plagada de búsquedas solipsistas en una carrera vertiginosa hacia la satisfacción del “YO”, desconociendo y olvidándose por completo de la existencia del “tú” y ni qué decir del “nosotros”.
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