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La humanidad de Cristo, camino para una vida plena en Dios


Fray Lucas Missio, OCD


La Santa Madre Teresa de Jesús, con su vida, su experiencia y su pedagogía, nos enseña a mirar hacia nuestro interior y redescubrir que el tesoro que muchas veces buscamos afuera está dentro de nosotros mismos. Nos enseña a dirigir nuestra mirada hacia la humanidad de Cristo, medio para la plena unión con Dios. En este sentido, el mensaje de Teresa tiene un valor perenne, pues siempre es necesario recordar al hombre, tan propenso a “distraerse”, que hay una Persona concreta a la que debe volver para seguir el camino hacia una vida plena.

En la doctrina de Santa Teresa, la humanidad de Cristo ocupa un lugar central. No solo es importante para los principiantes, sino que también es una condición para alcanzar la unión con Dios. Conservar la presencia de Cristo como compañía divina y humana es una forma concreta de oración. Para Santa Teresa, la vida de oración es fundamentalmente una relación de amistad: “que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” (Vida 8,5).

La oración de Teresa también está marcada por la simplicidad. Teresa habla de la dificultad que tenía para hacer grandes consideraciones en sus momentos de meditación y pide a las hermanas que tengan a Cristo siempre presente junto a ellas: “Representad al mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando[...]. No os pido ahora que penséis en El, ni que saquéis muchos conceptos, ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis.” (Camino 26, 1.3). Esta relación con Dios se mantiene mediante la vivencia de las virtudes, es decir, dentro de una vida desapegada de los bienes, fortalecida por la caridad fraterna y el cultivo de la esperanza evangélica.

Dado que estamos llamados a una relación de amistad con Cristo, es necesario conocerlo a través de la meditación de los Evangelios, de la Pasión de Jesús y mediante la Eucaristía. “Y veo yo claro – y he visto después – que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad Sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita” (Vida 22, 6).

La oración teresiana es afectiva. A partir de la meditación de la vida de Jesús, configurándonos cada vez más a Él, pasaremos gradualmente a recordarlo con afecto, con amor. Como dice Teresa, “no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho” (IV Moradas, 1, 7). De la intimidad creciente con Dios nace el deseo de servirlo y de hacer algo por Él: “luego acude la voluntad, aunque no sea con ternura, a desear servir en algo a tan gran merced y a desear padecer algo por quien tanto padeció” (VI Moradas 7, 11).

Pidamos la intercesión de la Santa Madre Teresa para que podamos aprender su camino y vivir en profundidad la vida de oración y el servicio a Dios, buscando juntos el bien de toda la Iglesia. ¡Santa Madre Teresa de Jesús, ruega por nosotros!

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