Jennifer del Carmen Uzcátegui Gómez
Vida interior, belleza, arte, naturaleza, vivencias estéticas, libertad… son palabras que esperamos encontrar en un libro sobre espiritualidad, mística o arte pero no en un libro que narra las experiencias vividas en un campo de concentración nazi. Son todas palabras que corresponden a un párrafo escrito por el psiquiatra, profesor y escritor vienés Viktor Frankl en su obra El Hombre en busca de sentido.
Frankl sobrevivió al holocausto nazi, habiendo pasado entre los años 1942 y 1945 por cuatro campos de concentración, incluyendo Auschwitz. Fue sometido a trabajos forzados y perdió todo lo que conformaba su vida hasta ese momento, como la mayoría de los judíos, que no pudieron o como él, no quisieron evadir el destino que les esperaba.
Encierro, pérdida de la libertad, pérdida de seres queridos y de bienes materiales, renuncia forzada a la acostumbrada forma de ser, pérdida de bienes y derechos, miedo, incertidumbre, dolor y sufrimiento. Todo eso lo experimentó Viktor Frank y como él millones de personas que vivieron, murieron y sobrevivieron a los campos de concentración, a los horrores de la II guerra mundial. También los que sobrevivieron a la I guerra mundial, y a tantas otras guerras y pandemias que han azotado a la humanidad a lo largo de la historia.
A nosotros nos ha tocado en estos momentos vivir lo nuestro y sin exagerar, podemos afirmar, que nos hemos visto privados y violentados por un acontecimiento mundial, para el cual no estábamos preparados y que paulatinamente ha sumido a todo el mundo en una crisis.
Necesidad de resistir, aceptar, adaptarse, sobrevivir. Nunca son una exclusividad de un grupo de seres humanos en tiempos de guerra o pandemia, como tampoco lo son los medios a los que puede recurrir cuando se tiene muy poco o nada fuera de sí mismo y del hecho de estar aún con vida: inteligencia, imaginación, memoria, espíritu, fe, esperanza, amor.
Es justamente en estos momentos históricos para la humanidad y de experiencia personal inédita, cuando la lectura de esta obra nos puede iluminar, sobre lo que nos ha tocado vivir en esta casa común, situándonos en la misma barca como claramente lo denominó nuestro Papa Francisco.
A continuación, apenas tres puntos de reflexión, a partir de algunas citas tomadas de “El Hombre en busca de sentido”. Se escribe “apenas” porque es mucho más, lo que hay en este libro para reflexionar, asimilar y aplicar a las diversas circunstancias que a lo largo de nuestras vidas debemos experimentar con más o menos dolor y sufrimiento.
En tiempos de guerra o pandemia, los muros que nos encierran son de cemento, piedra, concreto o de alambres de púas, pero los que realmente nos paralizan son las zanjas y muros internos que no nos permiten ser libres, encontrarnos a nosotros mismos y que nos separan de los otros.
1.- Apreciación de la belleza, arte y naturaleza
“A medida que la vida interior de los prisioneros se hacía más intensa, sentíamos también la belleza del arte y la naturaleza como nunca hasta entonces. (…) Si alguien hubiera visto nuestros rostros cuando, en el viaje de Auschwitz a un campo de Baviera, contemplamos las montañas de Salzburgo con sus cimas refulgentes al atardecer, asomados por las ventanucas enrejadas del vagón celular, nunca hubiera creído que se trataba de los rostros de hombres sin esperanza de vivir ni de ser libres”
V. Frankl/ El Hombre en busca de sentido
Si algo nos ha devuelto el encierro es la necesidad de ver y contemplar la naturaleza y el arte. En este confinamiento, son muchos los tributos y homenajes que se le han rendido a través de las redes. Es como si de pronto empezamos a sentir añoranza y anhelos de ver de nuevo la belleza de los colores, las texturas, los tamaños, el espacio. Lo cierto es que siempre han estado ahí, pero era como si su presencia no era importante para nosotros, tan poco importante que pocos se detenían a contemplar su presencia.
La belleza, presente en el arte y la naturaleza es capaz de revelarnos y reflejar lo divino, pues detrás de la obra bella y maravillosa está el Creador. La belleza siempre estuvo allí pero es ahora, encerrados en nuestras casas, cuando empezamos a notarla porque la necesitamos. Asomarnos a la ventana, al balcón, salir al jardín, patio o terraza se han vuelto unos instantes para respirar y agradecer ese pedacito de cielo, tierra, plantas, árboles, que podemos mirar y ahora sí, contemplar. Así es como ahora buscamos, nos detenemos y fijamos nuestra atención en ella. Es como afirmó el Papa Pablo VI en un mensaje dirigido a los artistas (8/diciembre/1965):
“Este mundo en que vivimos tiene necesidad de belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres”.
(Continuará...)
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