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Rosanna Romero
Facilitadora del Instituto
Al finalizar la encíclica Fratelli Tutti, aborda el tema del perdón sincero y de la virtud de la misericordia. El papa Francisco propone para alcanzar la reconciliación:
• Superar los conflictos a través del diálogo.
• Abstenerse de enemistades y del odio mutuo.
• Dialogar con honestidad, apoyados en el amor a la justicia.
• No caer en ideas de venganza.
Se trata, en definitiva, de entender y revalorizar el sentido del perdón, siguiendo las enseñanzas del Evangelio que pide perdonar hasta setenta veces siete (Mt 18,22).El perdón permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido. Estamos llamados a amar a todos, sin excepción. Si el perdón es gratuito, entonces puede perdonarse aun a quien se resiste al arrepentimiento y es incapaz de pedir perdón. No es tarea fácil superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que deja un conflicto, pero esto solo se puede conseguir venciendo el mal con el bien. Cuando hay algo que jamás debe ser tolerado, justificado o excusado, podemos, sin embargo, perdonar. Cuando hay algo que por ninguna razón debemos permitirnos olvidar, podemos, sin embargo, perdonar.
El perdón libre y sincero es una grandeza que refleja la inmensidad del perdón divino. Quien cultiva la bondad en su interior recibe a cambio una conciencia tranquila, una alegría profunda aun en medio de las dificultades y de las incomprensiones, incluso ante las ofensas recibidas. La bondad no es debilidad, sino una auténtica fuerza, capaz de renunciar a la venganza. Es necesario reconocer en la propia vida que también ese duro juicio que albergo en mi corazón contra mi hermano o mi hermana, esa herida no curada, ese mal no perdonado, ese rencor que solo me hace daño, es un pedazo de guerra que llevo dentro, es un fuego en el corazón, que hay que apagar para que no se convierta en un incendio. La verdadera reconciliación no escapa del conflicto, lo supera con el diálogo, la negociación sincera y paciente.
La amistad social real se construye superando los conflictos. Pero la reconciliación se debe promover, no imponer al conjunto de una sociedad. Porque ¿quién se puede atribuir el derecho de perdonar en nombre de los demás? No es posible decretar una “reconciliación general”, pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las injusticias con un manto de olvido (Cf. Ft 246). La reconciliación es un hecho personal y es conmovedor ver la capacidad de perdón de algunas personas que han sabido ir más allá del daño sufrido. Como también es humano comprender a quienes no pueden hacerlo. En todo caso, lo que jamás se debe proponer es el olvido (Cf. Ft 246).
El perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia. La misericordia del Señor alcanza a todos Dios celestial es misericordioso. Siente compasión por los que sufren, ofreciéndoles su apoyo, y, a la vez, cuida y perdona a los pecadores. Mientras la misericordia de cada persona llega solo a su prójimo, la misericordia del Señor alcanza a todos. Con este precepto se invita a superar la tendencia de mirar meramente a nuestro lado, a los que tenemos siempre más cerca (Cf. Ft 59 y 60). Pido a Dios que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión; que unja todo nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias; la gracia de enviarnos, con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz (Cf. Ft 254).
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